19/1/09

Lola Arías

Lola Arías,

Argentina,





Poemas




La rea durmiente



La madre enferma, dormida en el bidet como un ángel impúdico. La cabeza afeitada, roído el camisón y el suetercito que hiede. Torcida por la delicia fetal o el funesto doler, parecese a mí, vieja gemela:
Coja, viuda, loca de atarse las manos al balde, al toro, a la mesita de luz.
Asfixiada, en sus ardores se enreda la muy oronda. La lavo, le moja la fiebre de leche, la arropo con toallas vulgares, me apiado.
-Oh, madre, puta mía, mi tesoro trunco, madre del vértigo. Hembra de las violentas ¿no ves mi amor pendenciero?
La mama pernocta infinita cual reina bestia, su sueño desaforado roe las horas.
"¿Qué sueña la rea durmiente? ¿Con qué afán o pérfido pretendiente? ¿Acaso finge la muerte por un mísero beso?"
-Madrecita. espanto, mi boca inútil te besaría tanto...
Le lloro encima y ni se inmuta la falluta, posa su sueño inmenso y retoza. La madre intensa, la obesa, me niega su manto de carne.
-Ay, mísera de mí, pobre escualo, cómo he de emprender la llanura sin ella.
La maja enferma se frunce en sus pieles gastadas. Su muslo de vaca voltea y aflora la espalda incinerada. Quisiera lamerla hasta matarla mas mi lengua es pequeña y débil.
-Ah, mamar, mamar, amar a la madre es devorarla.
-Oh, mame, madre del hambre, soy la miniatura de ti y el monstruo de pecho ¿por qué mi parto te aparta así?
La madre perdida, travestida de blanco, monta un trineo de huesos alejándose...
-Despierta, desgraciada, ¿qué será de mí?
La inmunda se empeña en morir, y en su torpeza, olvida este feto tras de sí.





Ofelia



Los labios en la gillet, los pies cayendo del balcón al desierto. La bañadera repleta de flores y el mar, las tetas azules, azules los hombros, el miedo. Soy la resucitada, la que nació con la muerte tatuada en la lengua.
¿Os reis de mí? De mí se abusan los toros y los otros: Soy la paridora de reyes, la puta vendada en el jardín de los siervos. Poseída, ida de tanto drogarme las horas: no pensar, no mirar el horror a los ojos, no desear a la bestia.
Otrora fui la predilecta, la que recibía postales violentas. Mi pose era preciosa, inútil mi devaneo, mis falsos mareos por el baldío del reino. Muda en mi idiotez de infante, prefería al loco que al pérfido padre. Mi perdición ha sido un catre de barro, brutales aplastamientos de miembros, hambre.
Mi padre fue cruel cual ínfimo beso. Se desprendió de mí y vendióme. Carne, carne, carne para apalear el silencio.
Mi nombre es huérfano ahora, Ofelia no soy yo. No sé morir y, sin embargo, muero.





Las hermanas


La hermana enana, la que viste de novia, la amoratada, la que nunca vio el mar, la que ladra. Todas ellas portando espejitos mordisqueados y tatuajes de ciervos o veranos. Locas en su desconsuelo despilfarran labios, cartas, la geometría del llanto. Ya no nadan nunca ni piden flores ni esperan ni, la madre ha muerto.
La hermana enana posa su desnudez de acantilado y titila: la tormenta, la tormenta. Toma su ginebra en miniatura sin temor las gillettes y la venda.
En el traluz del bosque devastado la bella, la que lleva el ramo, va montada en el caballo nupcial y se desmaya, cae y vuelve a subirse al predilecto. El pelo lacio enredado al lomo de la bestia, el vestido embarrado en el desaforado galope hacia el desierto.
Contra el sol la otra, la ciega, abre sus ojuelos de vidrio nacarado: ¿y el mar? Sufre vanidosamente ataviada de terciopelo y arena.
La escuálida simula bailar. Hiere de noche la amoratada, lleva las carnes raídas, azuladas de tanto dejarse estropear por cualquier reo.
Nada, leguas y lenguas de desolado destierro. Las hermanas enlutadas llevan en la carretilla el cuerpo de la madre muerta. Van en cortejo de noche y a los lejos, el padre lobo gime su mal.
La hermana menor, la retardada, va salticando y ladra contra el cielo.




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poemas tomados de:http://www.zapatosrojos.com.ar/Biblioteca/Lola%20Arias.htm