2/4/09

Álvaro Solís

Álvaro Solís, México

Poemas


SOLÍS RESPONDE
No sabes lo que cuesta,
nadar entre los muertos,
sin latido ya dentro del pecho
con una voz diciéndote al oído,
que nades, que no te distraigas
con las mariposas que se han perdido en el mar
buscando una flor debajo del agua.

No sabes lo que cuesta,
ser uno más de los muertos
que flotan en el agua,
ser uno más de los inertes
con facciones descompuestas
ya sin ojos, con el cuello carcomido
por los peces, con una voz diciéndote
que nades, aún sin brazos,
que contorciones tu vientre,
y aletees con los muñones
que aún te quedan.

No sabes lo que cuesta llevar mi nombre.

LAS TARDES
Había en el patio un arroyo.
La casa rodeada por pitales,
por naranjas, por limas, un viejo tamarindo
y un árbol de mango como sauce.

Había un arroyo en el patio de la casa
y pavos, y gallinas agresivas que peleaban con los perros
y perros que comían a escondidas
los zorros de la noche.
Los gavilanes sobrevolaban la casa en busca del descuido,
los gallos se escondían en los pitales
cazando al gavilán.
Todo era un círculo perfecto:
el arroyo inundaba de rumor todas las tardes
y salíamos al patio en busca de la brisa
que no siempre llegaba. Pero estábamos ahí,
y la lentitud del tiempo espantaba hasta los muertos.
¡Tardes! decía el viento,
cuando la noche era ya una sustancia inevitable.

Entonces prendíamos el monte seco
y el humo se elevaba blanquecino hasta la noche.


COMO DESPUÉS DE UN DÍA DE FIESTA
Nunca la vida más amarga
que a la mañana siguiente de la fiesta.
Agrio el sabor del primer aliento,
es inmensa la sed con que se nace,
el espasmo del vómito que niega el beneficio
de comer algún bocado.
Y la memoria inconclusa, incendia,
echa a andar la tripa hasta el siguiente vaso,
hasta la tarde, hasta asomarse a la ventana al mundo,
a la calle aprisa
que hace tiempo amaneció.

Y la casa tirada, todo inmovil oliendo a tabaco.
Toda la casa,
toda la memoria
ceniza.


VIERNES DE QUINCENA
Qué soledad tan impensable,
la de aquel que se emborracha hasta perderse,
porque nadie le espera,
o porque la que lo espera durmiendo
en uno de los lados de la cama,
no es quien habita su ebrio corazón.
Qué soledad la de aquel que se queda dormido
debajo de las desveladas mesas,
la de aquel que trastabilla al pasar el umbral,
y deja prendida la llave de la puerta
y se queda dormido en la taza del baño
hasta que alguien, a la mañana siguiente,
lo despierta diciendo:

¡Amor, el desayuno está listo!


STYX
Largo, lo que se dice hondo,
es el cauce de los ríos que no llegan al mar
y llevan en sus aguas a todos nuestros muertos.
Hondo, lo que se dice largo,
es el río que no abandona su cuenca.

Largo y hondo, lo que se dice ancho,
es el río que lleva a la amargura,
invisible por debajo de las calles
en el dolor de la madre que ha perdido a su hijo,
en el dolor del hijo que nunca conocerá a su madre.

Largo, hondo, lo que se dice invisible,
recorriendo el tiempo de la vida cotidiana,
la luz de los semáforos,
y en las llantas desgastadas de la ira,
río, invisible río,
que de tan hondo, que de tan largo
parece no llegar y llega.

Largo, lo que se dice hondo,
hondo, lo que se dice turbio,
amargo es el río que será necesario cruzar cuando anochezca.