13/9/08

Víctor López

Víctor López,

Chile, 1982.


Poemas



Los hermosos sentimientos hacen pésima literatura te
contaba yo. Te contaba que había estado viendo toda la
tarde documentales acuáticos en el cable- en Inglaterra una
chica llamada Mary algo así como Maria en Chile había roto
el record mundial de inmersión en profundidad. Te contaba
excitado que imaginaba que su cabeza explotaría como un
globo al tocar la superficie; aquellos globos rojos que una
vez infle en tu fiesta de cumpleaños y me besaste, mientras
estaba arriba de una silla colgando de un hilo al cielo raso
aquellas burbujas de colores. Existen peces que viven en las
profundidades abisales, como el pejesapo, de los cuales
cuelgan lamparitas chinas y otros peces que mi abuela
rebanaba en la cocina. Yo tuve miedo toda esa noche que el
cielo se viniera abajo. Tu novio decía que lo que le hacia
falta a la fiesta era la música y que los buzos lo máximo que
pueden aguantar la respiración es por un breve lapso de
minutos; yo le contaba borracho que para mi cualquier
sonido era música, cuando alguien se ducha, fríe un huevo
o tiene sexo y que los buzos verdaderos tienen agallas en el
cuello y pueden flotar en la oscuridad por años sin que
nadie descubra sus frágiles cuerpos de bailarinas, hasta que
se tiendan una mañana al fin junto a los moluscos y cangrejos



Ayer nos despedimos, era tarde. Yo me fui caminando por
la calle oscura, detrás de los arbustos hay música rara e
insectos de colores que viven en las hojas verdes. En todas
partes existe la música -me dije. Todos tenemos en nuestro
interior un distinto tipo de música: clásica, pop,
experimental. Incluso la de algunos es una especie de
chillido, un vaso que se quiebra. Ese tipo de chico soy yo. A
veces me duermo en los paraderos y sueño que mis amigos
me envían poemas de amor por Internet, yo también les
escribo, les hago saber si algún rayo en stereo hiere o no la
tranquilidad de mi puerta. Después llego a una casa enorme
que no conozco, me saco las zapatillas para no despertar a
sus habitantes y camino a tientas tan solo siguiendo el ritmo
con mis dedos, sin darme cuenta que hay pequeños cristales
en el piso que se me clavan y voy dejando un tibio rastro
sonoro por donde camino.





Antes de quedarme solo, aquel verano nos tirábamos en la
alfombra y tú me lo apretabas para que no lo derramara si
no era en tu rostro. Teníamos la radio encendida de fondo,
marcando el ritmo. Aquel verano ese fue el ritmo de mi
corazón. Por la tarde nos servíamos helado. Cuanta gente se
muere en el mundo para que nosotros nos podamos servir
moras frías con crema, esa era la reflexión después de
comer y si un buzo con escafandra puede o no bajar hasta
las profundidades donde el plancton se ilumina como la
esfera brillante de una discoteca sin que su cabeza explote
en el intento. Aquel verano no recuerdo que hayamos
discutido nunca y nos besábamos cada cinco minutos para
quitarnos las manchas de fruta helada y crema ya seca de los
labios.


Cuando escribo de Chile no pienso en Chile como un país / sino que escribo otro sinónimo más de lejanía / Algunas mañanas me despierto con una resaca semejante a una delgada línea de mar en las pestañas / Más allá una muchacha amarra flores amarillas en medio del desierto / entre sus piernas hay un cuaderno borroso que parece decir / “esta es mi escritura una niebla en la que apenas se divisa” / Escribir es siempre decir lo mismo / Ahora voy a escribir un verso genial / algo digno de Yeats / una ensoñación / sobre una venus que reposa desnuda en un estanque de peces / pero no precisamente de una venus / sino más bien de una quinceañera de los barrios bajos de Santiago / que yace violada y muerta en las riberas del Mapocho / Un surfista viaja toda su vida en un autobús que de a poco se desvanece / a veces mira a través de la ventana el paisaje / enormes carteles con nombres de ciudades desconocidas / trasladarse de un lugar / hacia otro punto / donde el mismo viaje es un signo de desvanecimiento / de continua pérdida / El le escribe poemas de amor porque no se atreve a decirle que a ama más que el universo / un día decide mostrarle sus textos y ella le dice son demasiado tontos / no dicen nada nuevo / Toda escritura es una especie de caída / leve / despacio / sin tiempo / cerca del suelo la sensación de velocidad aumenta / los ojos se dilatan / el fotógrafo enfoca la escena y le pide que por un momento / solo por un momento / cierre los ojos y que imagine que el breve viaje hacia la oscuridad / no huele siempre como un ramo de flores amarillas olvidadas en medio del desierto / En Colombia hay cientos de mariposas de colores / en Chile de vez en cuando la corriente del niño trae peces voladores que se elevan a varios centímetros de altura / Toda escritura es precisamente esto / que salga el sol cuando deseamos que salga el sol / y ponernos abrigos bufandas cuando deseamos que esto mismo muera

Qué es el verano sino el deseo de olvidar / de nada sirve guardar bajo llave las prendas de la lluvia / si al desembarcar en un terminal o en un aeropuerto de una ciudad lejana / descubres que los neones de la noche y los taxistas de la esquina aún te reconocen / tus ojos son una nube polvorienta / que mancha las sábanas de un motel solitario en Nueva Cork / de nada sirve subir de a poco la cabeza / y ver cómo en las pantallas de vuelo / a cada minuto / a cada segundo los destinos de la gente cambian / si tú al llegar a casa temprano / buscas en los mismos avisos económicos el nombre de una chica / para conversar con ella de cómo la tarde se ha venido derramando suave / como un cubito de hielo en un vaso de vodka / de nada sirve el verano entonces te dices / si lo único que queremos / si lo único que deseamos / no es precisamente lo que quema el sol / cuando al otro lado de la cama al igual que un adonis muerto yace el poema

Casi siempre los días se alargan una o dos horas / bajo la línea solitaria del ecuador / en Chile los días son más cortos / más faltos de luz / los leones del cielo así lo dicen / todo lo que ha sido escrito es parte de una vieja película / pero tú a veces piensas en aquella película como en la escena de un sueño que se sigue rodando / una mujer se queda inmóvil al borde de una pileta con peces / un muchacho de color le maquilla con delicadeza su rostro / no hay nada original en eso / la misma idea de la muerte ha sido filmada muchas veces / En verano los muchachos del barrio abren los grifos y se bañan / una vez yo estaba desnudo viendo una cinta donde un tipo estaba abandonado a su suerte en medio del mar / alrededor de él había una aureola brillante de peces voladores / el tipo se tiraba a su tabla / se tapaba la cara / mientras que los peces arriba de él agitaban sus aletas hasta volver a sumergirse / aquello provocaba una finísima lluvia de cristales que le bañaba el cuerpo / Sin embargo nada de esto tiene relación con Chile Mariel acá los días son más cortos / más faltos de luz / no recuerdo vez alguna que nuestros cuerpos / no hayan sido bañados por otra cosa más que oscuridad

Lamentablemente Mariel perdemos del poema sólo lo preciso / nada más ni tampoco nada menos / lo que se puede perder / pasa en el desprendimiento continuo de la cal en las paredes / en su blanco muerto / es una línea trizada cada tanto / definición de una carretera que dirige al norte / con un animal tirado en medio de la noche / lo que se puede perder / como a través de un nudo / de una tubería / de un pasillo vuelto a dar vuelta bajo la falda del agua / así es el espacio que se cruza en silencio / desde un puente o una barandilla que se desvanece / vacío / lo que se puede perder Mariel / lamentablemente nunca será una fotografía en primer plano / blanca y negra / de nosotros mismos


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Textos tomado de "Los Surfistas", texto ganador del concurso hispanoamericano de poesía organizado por revista "Amigos de lo Ajeno / Vox / Album del Universo Bacterial" y publicado por Editorial Vox. Buenos Aires. 2006

y de: http://www.esperpentia.cl/victor_lopez.htm